Si las bombillas ya casi no son aquellas que inventara
Edison, si la televisión ha dejado de ser aquel cajón que ocupaba tan ancho como
largo nuestro salón, si el matrimonio ha dejado de ser la unión de un hombre y
de una mujer, si los cines han pasado de ser de barrio para confundirse entre
las cajeras de los supermercados, si las metáforas han dejado de ser exclusivas de la literatura
para coquetear con la publicidad, si los molinos de viento ya no muelen trigo…
Si ni siquiera la lengua que utilizamos es aquella con la que escribió Miguel
de Cervantes su don Quijote… Quizás se le parezca, pero ha cambiado, han cambiado muchas palabras, es la ley de
las lenguas; y demasiadas cosas, es la ley de la vida. Seguramente habrá sido para bien, eso nadie lo sabe.
Y de la misma manera que todo fue renovándose cambiaron el
contexto, los personajes, los
intérpretes y hasta el modo de narrar. Hoy no se cuenta como ayer. Y
seguramente que hoy no referimos las cosas como lo haremos mañana. Preocupados
en positivo por esos vaivenes que nos llevan y nos traen hemos querido
rememorar que en esto de contar historias, de delimitar sentimientos, de
traducir en diferenes soportes la vida, la literatura nunca estuvo sola. Y
ahora quizás menos, porque todo, de una manera u otra, se ha ido fundiendo o
confundiendo, uniendo o mezclando en una amalgama con todos los modos de crear.
Por eso, y porque éramos conscientes de que cada vez esto de
contar y de sentir es cada vez más cosa de muchos que de soledades
intransferibles, nacieron estas jornadas que intentan el maridaje de disciplinas
y de artes que seguramente siempre caminaron juntas, aunque ahora más que
nunca, se han desnudado de atuendos y camisas para hacer más visibles sus
connivencias, sus charlas de alcoba, sus noches de gozo y de desvelo; haciendo
palpable que todos los que andaban por
los mismos caminos terminaban alguna vez en la misma encrucijada, que todos los
que habitaban esas ciudades fantásticas de la elucubración y de la imaginación,
terminaban más de una jornada en la misma habitación, aquella que mantenía
abiertas las ventanas al sueño perpetuo de comunicar.
De esos pensamientos y de estas ideas nació el
atrevimiento de fundir en el Seminario de la Fundación Caballero Bonald la
filosofía, la música, el cómic, la fotografía, el cine, la poesía y la pintura… ¿No serán acaso todas
piezas del mismo puzle?
No hay comentarios:
Publicar un comentario